
Legendaria. Imponente. Majestuosa ciudad. No es bellísima en sí misma, pero conserva monumentos y rincones preciosos. Llena de historia, Moscú deja huella. No tanto especialmente por sus gentes, algo frías, sino por la sensación de encontrarse en un lugar histórico, mezcla patente de tradición y modernidad.
Para mí, además fue curioso por el hecho del contraste con Bulgaria. Obviamente, por razones históricas, no son pueblos tan diferentes en cuanto a su arquitectura, idioma o estilo de vida; sin embargo, sí se aprecia el desigual nivel de desarrollo (al menos de Sofía a Moscú), lo cual no deja de ser interesante. Tres días no dan para ver todo Moscú, pero sí lo más importante y característico (visité el museo de arte ruso del S.XIX, la Plaza Roja, el Kremlin, el Swiss Hotel desde donde se tiene una panorámica impresionante de la ciudad, sus parques y barrios, sus inmensas calles y su artístico metro, además de algún restaurante y discoteca, cómo no jeje). A excepción del accidentado viaje de vuelta (con pérdida de vuelo de por medio), mis días en Moscú no pudieron ser mejores.




No hay comentarios:
Publicar un comentario